sábado, 6 de febrero de 2016

UNA CHARLA DE SOBREMESA




     
  El crítico es como el eunuco quiere pero no puede.

    En una charla de sobremesa con un grupo de conocidos, surgió el nombre de un predicador y pastor notable en la actualidad, del que mencioné uno de sus temas de predicación, e inmediatamente el más crítico del grupo respondió, bueno, bueno…, se nota que no sabes qué tipo de doctrinas y sectarismo profesa ese predicador o pastor que has mencionado--, seguidamente argumentó unos cuantos puntos contundentes sobre sus errores doctrinales; tomó nota  --le dije--.  Así siguió en solitario y criticó hasta nueve pastores destacados del momento; del décimo daré su  nombre, porque es americano y este comentario  no le va a llegar;  el pastor en cuestión es Rick Warren que, tiene un montón de defectos, según mi compañero de tertulia; entre ellos subrayó, es ecuménico, fue a ver al papa y le besó el anillo entre otras cosas sacrílegas a las que se sometió en esa visita dicho pastor y, además, también está con la teología de la prosperidad.  Al tiempo me preguntó, ¿tú sabes cómo sacan el dinero a la gente?  Todos cometen, según él, actos sacrílegos, pecaminosos y de abuso a la buena fe de la gente. ¿Y quiénes de los que tú conoces son más o menos  buenos? --le pregunte--;  solo mencionó a uno muy notable que tenía buena doctrina, pero con algunos dudosos matices. Viéndolo así creo que los únicos buenos somos tu y yo, --le dije--.  Se quedó mirándome con cierto estupor… Un compañero suyo viendo que se había quedado descolgado, salió al quite y cambió el rumbo de la conversación y descansamos los dos, yo más que él. 
    Por un momento me dio la impresión que estábamos en un programa de sobremesa parecido a los de telecinco, tipo Sálvame o algo semejante. Menos mal que la intervención de su amigo me sacó de ese círculo criticón.
    Si estás pidiendo a Dios prosperidad, que sea con honestidad e integridad y con el propósito de ser de bendición a tu familia y a los fieles de tu congregación y al prójimo en general, y no con la intención de presumir y humillar a los demás creyéndote superior a ellos y, sobre todo, hazlo con alegría, no con chulería. Y si por el contrario optas por la pobreza, que tal decisión, o forma de vida, sea así mismo motivo de alegría y no para quejarte por ello y usarlo como medio o excusa para envidiar y criticar a los que van por un camino diferente. Así lo hacía uno de los mayores representantes del camino de la Santa Pobreza como la llamaba Francisco de Asís. Conozco a algunos que tienen dinero y viven como si no lo tuvieran o lo usan para servir a la sociedad viviendo ellos como uno más, y otros que amasan fortuna con extrema ambición.  El buen samaritano disponía de dinero para hacer la obra de caridad que realizó y, sin él, no la podría haber realizado, (Lucas 10:25-37).  Conozco a otros que viven en una chabola y tienen un Mercedes, y otros que tienen que vender el BMW, para comprar gasolina. Son pobres que no se resisten a serlo, cosa que me parece bien, pero lo hacen con la actitud equivocada y ello no nos habla de humildad, por lo tanto humildad y pobreza no son sinónimos.
    Dice el Apóstol Pablo, sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.  Filipenses 4:12-13 RVR1960


    Alfredo Manzano

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