martes, 15 de enero de 2019

CERVANTES Y LA BIBLIA





Queremos mostrar una vez más, la relación e inspiración que Cervantes tuvo en la Biblia y, que dejó plasmada de una forma muy sutil en sus obras, tanto, que se deslizó por la misma sin levantar las más mínimas sospechas del «Santo tribunal inquisitorial».

En este breve texto quiso dejar constancia para aquellos que, se auto condenan fácilmente y entiendan que, no hay pecados o faltas, ni vicios tan arraigados en la persona que con la voluntad de un sincero arrepentimiento no puedan ser perdonados y erradicados.  

No podemos leer un capítulo del nuevo testamento..., en el que no nos encontremos con alguna referencia al perdón, la misericordia o la concordia. Jesús mismo es el ejemplo vivo, la encarnación del verbo perdonar y el sustantivo Perdón. Ni siquiera en los momentos del sufrimiento más terrible que puede sufrir una persona, se olvidó del perdón y de perdonar....  Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen, —dijo en los últimos momentos en la cruz—. Él nos dio ejemplo de lo que predico y enseño hasta el último momento; es más, selló lo que predicó y enseñó con su sangre.
   
1 de Juan 1:8-10, 2:1-2  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros…. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”

        El apóstol Juan nos aconseja que no pequemos, pero si pecamos y confesamos nuestros pecados a Dios, Él es fiel y justo para perdonarnos. Cristo nos enseña que debemos perdonar hasta las últimas consecuencias, y no es solo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Hay una faceta del perdón que es cuestión de reciprocidad, no podemos decir al que nos ha hecho daño, te perdono…, porque puede contestarnos, ¿yo no te he pedido perdón?  

Si la otra persona no nos pide disculpas, debemos aplicar la segunda fase del perdón que es no guardar rencor, o pedirle a Dios que los perdone, como hizo Jesús en la cruz. Otra cosa es que Dios lo haga, y no lo hará, mientras que el sujeto en cuestión no se arrepienta personalmente.  
El  caso de Cristo en la cruz, él pidió al Padre que los perdonara; pero sabemos, por lo que había profetizado el mismo Jesús y la historia, que no lo hizo porque Jerusalén y Judá, fue arrasada, asolada dos veces por el imperio Romano, y la última vez, hasta la desposeyeron de su nombre y lo cambiaron por Philistina o Palestina, les asignó el nombre sus más despreciables competidores por esas tierras hasta hoy. 

Sin embargo nosotros no debemos dejar que el rencor anide en nuestro corazón y morir perdonando, si fuera necesario como hizo Jesús, porque el Señor dice mía es la venganza yo pagaré.

Perdonar a nuestros semejantes es no guardar rencor contra ellos, pero esto no quiere decir que tenemos que ser ingenuos y tontos, debemos mostrar que no guardar rencor no es sinónimo de permitir ser abusados. No debemos dar la impresión de ser personas de las que se puede abusar fácilmente. Cuídate de tus adversarios, se prudente y precavido, pero nunca pagues mal por mal, no guardes rencor, porque este corroe, como un cáncer el alma; no permitas que se extienda el rencor como metástasis por tu ser, y hunda tu alma en el  mismo infierno.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.  (Mateo 6:14-15)

La parábola del deudor de los diez mil talentos. (Mateo 18:23-35).


Cervantes a través de la persona de Don Quijote nos advierte cómo salir de la parálisis e incapacidad de nuestra mente para ejercer el perdón, y nos dice que es posible vencer y erradicar el pecado y los vicios más arraigados, con un sincero arrepentimiento.


Cervantes y la Biblia.

Por Alfredo Manzano.

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