jueves, 21 de abril de 2016

SUEÑOS ROTOS.


SUEÑOS ROTOS.


Cuando nuestros sueños mueren


Cuando mueren los sueños creados por nuestra mente, nuestros proyectos, deseos y ambiciones, con ellos también nos sentimos morir nosotros. Pero tenemos la oportunidad de resurgir, como el Ave Fénix, renovarnos, como el águila,  levantarnos  con nuevos sueños, nuevos proyectos o lo más importante y decisivo para nuestras vidas; descubrir e incorporarnos al sueño con el que Dios nos soñó, la vocación que en nosotros Él imprimió.
Con la muerte de Jesús, murieron los sueños de sus apóstoles, y de sus seguidores…, se sintieron desolados, desorientados, desamparados. No entendían su mensaje, no comprendían lo que reiteradamente les anunciaba cuando vivían con Él,  y aun después de muerto tardaron tiempo en darse cuenta de lo que les había anunciado y de lo que estaba sucediendo en su entorno.  Ellos seguían a Jesús en vida porque esperaban una recompensa física. La más ambiciosa era la de los doce apóstoles, ellos esperaban la recompensa de ser ministros, los  principales funcionarios en el reino de Judá e Israel que, ellos esperaban que Jesús restituyera, es decir, ser los doce ministros principales del reino de Israel.
Con la muerte de Jesús  sintieron que morían también sus sueños, su futuro, todas sus esperanzas habían sido rotas, crucificadas. Sin embargo, se produjo ¡el milagro!, este milagro que por ser tan cotidiano en la vida, en la naturaleza, lo obviamos, es absolutamente necesario para que nosotros vivamos, que el grano de trigo sea machacado, molido e ingerido. y así con todos los frutos de la tierra y aun con el sacrificio de muchos animales y, aun cuando respiramos eliminamos infinitud de microorganismos vivos que están en suspensión en el aire. 
El simbolismo de la Santa Cena, de la Eucaristía, se hace realidad en nuestra cotidiana existencia, algo tiene que estar muriendo para que nosotros vivamos.   De la muerte de Cristo surgió una nueva vida, un nuevo sueño, una nueva esperanza,  un nuevo ministerio, una nueva forma de servir, un sueño eterno, el ministerio, la vocación que Dios el Padre tenía reservado para ellos, era un llamado a la muerte natural  y un  despertar a la eternidad, este mensaje tan real, aún perdura gravado en nuestras mentes y en el subconsciente colectivo de esta burbuja llamada tiempo que, es nuestro planeta Tierra, pues difícilmente, encontrarás en ella un lugar, un país,  que no haya oído hablar de Jesús.  
Todas las grandes religiones le reconocen o le odian, desde los yogas, el hinduismo, el budismo, el judaísmo, el Islam y por supuesto todas las ramas o denominaciones del cristianismo. Y,  en el más allá, en una dimensión alejada de la maldad, llamada Reino de los Cielos, nuestro sueño perdura eternamente en las moradas celestes.  
La vida es sueño y los sueños sueños son..., decía  Calderón De la Barca; y, Santa Teresa de Jesús decía: que está vida es como una noche en una mala posada. Y en otra ocasión escribía: vivo sin vivir en mi y, tan grande vida espero que muro porque no muero. ¿Hay vida después de la vida?  ¿Hemos preexistido?

Alfredo Manzano  Rodríguez

  

viernes, 15 de abril de 2016

TESTIGOS DE JEHOVÁ ¿TESTIGOS DE QUÉ?



¿Tiene Nombre Dios? ¿Es el Espíritu Sin Nombre?


Querido lector, este artículo está escrito en una peculiar prosa y sano sarcasmo. Aunque no soy escritor y no maneje bien las letras, sin embargo como investigador y observador de los textos Sagrados, tengo algo que decir y lo hago en el mejor estilo literario que conozco: el propio, porque no dispongo de otro y, aunque no sea el mejor, sin embargo servirá para aportar claridad al tema o asunto que trato, porque para muchos urge aclararlo.

Expongo a continuación este consejo de D. Antonio Machado en boca de Juan de Mairena:

   «Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad. Pensad que escribís en una lengua madura, repleta de folklore, de saber popular, y que ése fue el barro santo de dónde sacó Cervantes la creación literaria más original de todos los tiempos. No olvidéis, sin embargo, que el "preciosismo", que persigue una originalidad frívola y de pura costra, pudiera tener razón contra vosotros cuando no cumplís el deber primordial de poner en la materia que labráis el doble cuño de vuestra inteligencia y de vuestro corazón. Y tendrá más razón todavía si os zambullís en la barbarie casticista, que pretende hacer algo por la mera renuncia a la cultura universal.... El poeta es un pescador, no de peces, sino de pescados vivos; entendámonos: de peces que puedan vivir después de pescados».


¿Tiene Nombre Dios? o ¿Es la Divina Esencia, Espíritu Sin Nombre?



Cuánta literatura y confusión sobre el nombre que no lo es, JEHOVÁ, YAHVÉ, YHWH o como quiera que lo escriban o lo pronuncien; da igual, dice lo que dice y es lo que es y es un tema a considerar y clarificar de una vez.  A Moisés se le reveló diciendo: «YO SOY EL QUE SOY»,  «EL QUE ES...»  ¿Es un nombre o no lo es?  En todo caso sería una preposición, un prefijo, un pronombre adjunto al verbo ser con un interrogante gigantesco que al intelecto no le deja calificar, clasificar, ni entender. Un nombre o sobrenombre califica a la persona que lo lleva, y sobre todo en la antigüedad, cuando los nombres estaban relacionados con las características y la personalidad de los portadores del mismo. Parece que el Dios bíblico, o los que hablan en nombre de ese Dios, no están por la labor de que ningún adjetivo le defina, y eligen al fin un sonido, un vocablo, un fonema, un pronombre que no define nada, sencillamente porque la infinita esencia no se puede definir ni encasillar. ¿Por qué pues tanta obstinación en maquillar, ocultar y confundir  a cerca de un nombre que no lo es, afín de evitar calificar y dar forma a un nombre que es indefinible en sí mismo y desde su origen?  Todas las acepciones y esfuerzos que se han hecho para maquillar, ocultar y confundir (yo que sé con qué propósito), limitan más al verdadero NOMBRE que la infinitud que en sí mismo aporta el Nombre sin Nombre, que ya desde su origen ES.
 Cuántos esfuerzos nacidos de la confusión, la ignorancia o la soberbia de los que quieren apropiarse del NOMBRE que no lo es, y que ya era lo que era aun antes de que Moisés el incircunciso fuera y que a través de éste inspirado legislador su NOMBRE conocer diera.
Si se conservaron los textos que componen las Escrituras, no es gracias a los que con tanta premura se disponen a escoger y clasificar aquellos pasajes y frases de las Sagradas Escrituras que más les gustan..., o los que más les incomodan, para amañarlos a las formas fonéticas y  semánticas de sus preferencias; para convertirlas en una caricatura de lo que en su origen eran. ¡Como si Dios hablara esas lenguas y no tuviera las suyas propias!
Dios hablaba a los hombres antes que existiera el idioma hebreo, y cuando se escribieron las partes más antiguas de la Biblia no existía un idioma propiamente hebreo; los rasgos y formas de la escritura eran comunes a la fenicio-cananea (como vemos en la imagen superior), de forma que un hebreo o israelí actual no puede comprender el hebreo en el que las Escrituras originales se escribieron, (tuve ocasión de comprobarlo en un viaje a Israel con el guía que nos acompañaba, que hablaba el hebreo moderno a la perfección  y sin embargo no podía leer uno de los  textos de un rollos del Qumrán que se encontraba en el museo del libro en Israel). Dios habla a través de muchos medios: por las imágenes oníricas en los sueños, mediante visiones, símbolos, intuición, impresiones, representaciones, la acción, la inmensidad, un gesto, una mirada, un silencio; cada una de estas expresiones dicen más que mil palabras, aunque estas se pronuncien en hebreo. ¡Como si Dios no tuviera miles de idiomas! Por ejemplo, cuando contemplamos un paisaje, a través del sonido del viento, de la tormenta y el rayo, del murmullo y el rugir del mar, cuando el científico contempla a través del microscopio los microorganismos vivos o cuando contemplamos las estrellas.
El alma sensible percibe el mensaje de Dios en todo lo que toca, en todo lo que observa; en cada cosa y situación aprende a escuchar el sonido de la campana que sin sonido le guía y le habla. Por la intuición y la inspiración de su Espíritu, y también cómo no, por las Escrituras; teniendo en cuenta, claro está, que la letra mata pero el Espíritu vivifica. También por la palabra hablada, y en este caso siempre a través de terceras personas como un predicador o un maestro ya que entenderán que no es lo habitual que Dios lo haga con fonemas. Además hay multitud de idiomas en el mundo y Dios habla a cada persona en su lengua. En cambio el idioma de las imágenes oníricas en los sueños es único para todos, es el más universal, el más común, el idioma más hablado en el mundo aunque también el menos comprendido.
   Con distintos matices y símbolos, los sueños no difieren mucho entre las personas que sueñan, aunque el soñador sea de una cultura muy diferente o extraña a la nuestra, y siempre manifestarán el estado psicológico de quien sueña, teniendo en cuenta las características culturales del lugar.
  Volviendo al tema de las Sagradas Escrituras, digo pues que, si ellas se conservan, es gracias al cariño y cuidado que en ello pusieron los profetas, sus discípulos y los maestros que en las escuelas de éstos les sucedieron. Los que posteriormente surgieron iban tomando el testigo de su inspiración narrativa y cuidado. Ellos fueron los que la Palabra Revelada escribieron y si alguno fue también sacerdote, antes que sacerdotes eran profetas, pero no de la orden de Sadoc sino de Abiatar, que tenían su escuela en Nob, o Anatot, y su prioridad era la palabra Rhema, palabra actual de revelación sobre la palabra escrita, aunque a esta la cuidaban con especial esmero, sencillamente porque era la Palabra Revelada de sus antecesores.
Nada o muy poco le debemos a los sacerdotes de la liturgia y el  templo que una y otra vez la manipularon y perdieron, a los que el Templo prostituyeron. Por ello el Señor Jesús les amonesto con palabra implacables. En cambio a los hijos de los profetas, escondidos ellos y sus escritos en las montañas y cuevas a causa de las persecuciones que sufrieron,  a ellos les debemos este legado: que las Escrituras al final a nosotros hayan llegado.  Gracias a ellos  y a su celo por conservarlas y ocultarlas de los depredadores y a sus sucesores, esenios y nazarenos de los que hoy somos descendientes algunos cristianos; ellas, las Escrituras a nuestras manos llegaron, eso sí, retocadas, arregladas y en gran medida manipuladas por los escribanos. 
 Desde los tiempos de Esdras el Escriba, pasaban de mano en mano, y al final, después de Cristo, en los años noventa de nuestra era, en el Concilio de Jamnia, los escribas el Canon retocado y ordenado nos dejaron.
   Al tiempo que los amantes de la liturgia, la Ley y las letras hacían  su trabajo en Jamnia retocando el Canon del «Antiguo Testamento» (el que actualmente tenemos), Dios inspiraba al Apóstol Juan en la isla de Patmos el libro de las Revelaciones (el Apocalipsis), una forma de comunicarse con Dios a través de las visiones, sueños, éxtasis y revelaciones, muy diferente al de las letras... ¡vamos!, un tema como para volver loco a los amantes de las normas, las leyes, las letras y las liturgias. Éstas son totalmente necesarias, siempre que no anulen la misericordia, la libertad, la creatividad, la inspiración y la revelación; cada una en su lugar, en su parcela de influencia, desempeñando su función en la sociedad…. Pareciera que el Señor Jesús, le inspiraba al Apóstol Juan las Revelaciones para romper las rígidas estructuras de la liturgia y la razón, que una y otra vez insisten en su obstinación; para hacerles entender que hay vida inteligente más allá de la reflexión, para que entendamos que el hombre propone y el Eterno dispone.  Dios lo permitía para poner de manifiesto, declarar y afirmar ese lenguaje que ninguna raza, ni sociedad, ni hombre inventó, para que entendamos cómo habla Dios: el Verbo que Era, que Es, y siempre Será. ¡Que no te lo cuente nadie!, Él imprimió sus leyes  en tu mente y corazón, en tu mente emocional, y ella, tu inteligencia emocional te lo contará, intenta escucharla,  aprende su lenguaje, que ella a mi todo esto me contó. Escudriña las Escrituras, obsérvalas con atención y verás que de este tema, de este asunto,  no solo hablo yo.


¿Dios tiene nombre o es el espíritu sin nombre?
«Yo Soy el que Soy».  ¿Testigos de qué?  ¿EL QUE ES… qué...?



Esta expresión, este fonema, antonomasia, prefijo, preposición o pronombre, nos sumerge en el concepto de Nada, de Todo, de Infinitud, de Eternidad… Por lo tanto YO SOY, ¿no define nada…? Señala más bien la Esencia de Ser Infinita, solo hasta que se le añade un sustantivo o calificativo.


Espíritu sin nombre... (Rima V)


Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.

Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella;
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en la ribera.

En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.

Yo canto con la alondra
y zumbo con la abeja,
yo imito los ruidos
que en la alta noche suenan.

Yo trueno en el torrente,
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores
susurro en la alta hierba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.

Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.

Yo en bosque de corales,
que alfombran blancas perlas,
persigo en el Océano
las náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.

Yo sé de esas regiones
a do rumor nos llega,
y donde informes astros
de vida y soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.

Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
del que es vaso el poeta.


De: Rimas, leyendas y narraciones

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

  
     De poetas y de locos –dice el refrán– todos tenemos un poco, así que todos somos vasos, pequeños contenedores de la esencia divina.  En en el Nuevo Testamento, se nos recuerda este profundo, misterioso y desconcertante asunto para la razón, somos vasos, templos donde habita el Espíritu de Dios. Jesucristo, se refirió así mismo como el templo de Dios. (Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días: y dijo esto refiriéndose a su cuerpo). (Jua 2:19-21).

Jesucristo fue el inspirador y la nota dominante de las revelaciones que Juan recibió en la isla de Patmos;  Él  es el que nos revela las Sagradas Escrituras dentro del contexto histórico y en las ya borradas huellas  de esos imperios de los que ni el nombre queda. Él es en definitiva, el puente sobre el abismo, la ignota escala..., la escalera que el Cielo une con la tierra, el medio, el vehículo, la espiral inmensa de átomos que, como humo lenta al cielo sube, es la indefinible esencia, la forma de la idea que se nos reveló aquí en la tierra, Él es «EL QUE ES». El nombre sobre todo NOMBRE.

   

 «Yo Soy» es el pronombre, «Elohim»” es el sustantivo, el nombre traducido “Dios.”

Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
Y me dan sus mensajes las raíces secretas.
Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río,  el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.

Atahualpa Yupanqui.

 En el próximo capítulo veremos como la persona de Cristo, el ser más maravilloso que ha pisado esta tierra, se apropia y usa ese nombre: «Yo Soy».

Alfredo Manzano