«Yo Soy el
que Soy». Testigos de Jehová ¿Testigos de qué? ¿EL QUE ES… qué...?
Yahveh «YHWH» Yo Soy el que Soy. Esta expresión, este fonema, antonomasia,
prefijo, preposición o pronombre, nos sumerge en el concepto de Nada, de
Todo, de Infinitud, de Eternidad… Por lo tanto YO SOY, ¿no define nada…?
Señala más bien la Esencia de Ser Infinita; hasta que se le añade un adjetivo, un calificativo, o un sustantivo.
Me atrevería a decir que Jesucristo es el sustantivo. Es el verbo de Dios encarnado, la acción de Dios en un cuerpo de carne y hueso.
Espíritu sin nombre... (Rima V)
Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la
hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella;
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las
cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en la ribera.
En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.
Yo canto con la alondra
y zumbo con la abeja,
yo imito los ruidos
que en la alta noche
suenan.
Yo trueno en el torrente,
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores
susurro en la alta
hierba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo
con los átomos
del humo
que se eleva
y al cielo
lento sube
en espiral
inmensa.
Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezclo entre los
árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
que en la corriente
fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.
Yo en bosque de corales,
que alfombran blancas
perlas,
persigo en el Océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas
cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.
Yo busco
de los siglos
las ya
borradas huellas,
y sé de
esos imperios
de que ni
el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas regiones
a do rumor nos llega,
y donde informes astros
de vida y soplo esperan.
Yo soy
sobre el abismo
el puente
que atraviesa;
yo soy la
ignota escala
que el
cielo une a la tierra.
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo, en fin, soy ese
espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
del que es vaso el poeta.
De: Rimas, leyendas y
narraciones
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
De poetas y de locos –dice el refrán– todos tenemos un poco, así que, todos somos vasos, pequeños contenedores de la esencia divina. En en el Nuevo Testamento, se nos recuerda
este profundo, misterioso y desconcertante principio para la razón, somos
vasos, templos donde habita el Espíritu de Dios. Jesucristo, se refirió así
mismo como el templo de Dios. (—Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días: y dijo esto refiriéndose a su cuerpo. (Jua 2:19-21)
Jesucristo
fue el inspirador y la nota dominante de las revelaciones que Juan recibió en la
isla de Patmos; Él es el que nos revela las Sagradas Escrituras
dentro del contexto histórico y en las ya borradas huellas de esos
imperios de los que ni el nombre queda. Él es en definitiva, el puente sobre el
abismo, la ignota escala..., la escalera que el Cielo une con la tierra, el
medio, el vehículo, la espiral inmensa de átomos que, como humo lenta al cielo
sube, es la indefinible esencia, la forma de la idea que se nos reveló aquí en
la tierra, Él es «EL QUE ES». El nombre sobre todo NOMBRE.
Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
Y me dan sus mensajes las raíces secretas.
Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, el río, el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.
Atahualpa Yupanqui.
Alfredo Manzano Rodríguez
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